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viernes, 8 de octubre de 2010

El Icono de Rublev

Una buena lección de
CATEQUESIS ACERCA DE
 LA SANTÍSIMA TRINIDAD

ICONO DE LA SANTISIMA TRINIDAD DE RUBLEV
La Iglesia sólo puede ser comprendida en toda su profundidad a partir del Misterio de la Trinidad.
 El Vaticano II da cuenta de ello comenzando su exposición sobre la Iglesia con un capítulo que se titula
 “El Misterio de la Iglesia”.
Allí se nos dice que la Iglesia es una realidad que, desde el principio hasta el final, tiene su explicación y su sentido en su relación con las Personas Divinas. Este capítulo ilumina todo el desarrollo posterior de la LG. Todo lo que en ella se dirá tiene su explicación en sus raíces trinitarias.
Un teólogo contemporáneo, Bruno Forte, expresa que la Iglesia es icono de la trinidad. Por eso creo que, a la hora de plantearnos el modelo de Iglesia que queremos escoger tiene que partir de la contemplación del Misterio de Dios, que no es sino una comunión de personas. Esto nos remite inmediatamente al tema de la unidad en la diversidad. Todas las opciones, estructuras, metodologías y acciones eclesiales están llamadas a reflejar este misterio en sus múltiples facetas. Cada persona, cada comunidad, cada pueblo que acoge el Evangelio lo hace a su manera. Nuestra pregunta a la hora de plantearnos y escoger nuestro modelo de Iglesia debería ser ¿de qué manera la Iglesia aymara, quechua o mestiza es reflejo de la vida íntima de Dios? La pregunta nos coloca en una actitud contemplativa, nos ayuda a superar los prejuicios ante determinadas formas exteriores, nos permite penetrar en búsqueda de lo esencial.
Estamos en el año Jubilar. La Iglesia nos invita a la glorificación de la Trinidad. Nuestra búsqueda de un plan pastoral que responda a las inquietudes de nuestros contemporáneos es una buena oportunidad para entrar en comunión con la Iglesia universal.
En 1425 Rublev pintó un icono de la Trinidad en memoria del Santo Ruso, Sergio (1313-1392). Se encuentra en Moscú. Lo pintó no solo para compartir el fruto de su meditación en el misterio de la santísima trinidad, sino también para ofrecer a sus monjes una forma de mantener sus corazones centrados en Dios mientras vivían en medio de los quehaceres políticos. En esos tiempos se luchaba con gran pasión por la unificación de Rusia. El icono fue pintado para que el pueblo ruso pudiera conquistar “el odio devorador del mundo a través de la contemplación de la Trinidad”. Por lo tanto, la contemplación del icono no es una tarea a-temporal ni a-histórica y puede ayudarnos también hoy, en nuestro contexto peruano, tan difícil en nuestros días, a superar las ambigüedades a que pueden someternos el enfrentamiento entre los grupos, la tentación de conseguir el poder a cualquier precio, aunque sea el de la violencia, la muerte o la deslealtad
 que hemos presenciado en estos días.
La palabra griega icono significa “imagen” y se aplica a cierto tipo de cuadros propios de la Iglesia cristiana oriental. El icono es un sacramento, pues representa el misterio de Dios. Lo representa en cuanto camino que nos conduce al encuentro con Dios. En el icono la representación es presencia y no reproducción. Nos llama a atravesar lo visible para dejarnos alcanzar por lo invisible. El icono no se mira como un cuadro. Se lo venera. Es un llamado que nos invita a la contemplación del misterio de Dios. El pintor de iconos reza antes de pintar y pide a Dios que dirija sus manos. Es don de Dios que se acoge en la acción de gracias, sacramento de la presencia que convoca nuestra presencia. Los íconos están creados para ofrecer acceso, a través de la puerta de lo visible, al misterio de lo invisible. Están pintados para llevarnos a la puerta de la habitación interior de la oración
y colocarnos cerca del corazón de Dios.
Rublev se inspiró en el pasaje de Gn 18,1-10,
conocido como

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