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viernes, 11 de enero de 2013

El espejo

Blog católico de Santa María de 
Baiona la Real, nº. 837
El espejo
-Adaptación de un cuento tradicional oriental- 
RENATO casi no vio a la señora, en el auto parado al costado de la carretera. Llovía fuerte y era de noche. Pero se dio cuenta que ella necesitaba ayuda.
Paró su auto y se acercó. El vehículo de la señora olía a nuevo. La mujer pensó que él podía ser un asaltante, no le inspiraba confianza, le parecía pobre y hambriento.
RENATO percibió que ella tenía mucho miedo y le dijo: “-Estoy aquí para ayudarla madame, no se preocupe. ¿Por qué no espera en el auto que está calentito? A propósito, mi nombre es RENATO”.
Sucedía que ella tenía una llanta pinchada y, para colmo, era una señora de edad avanzada. RENATO se agachó, colocó el gato mecánico y levantó el vehículo; luego la cambió. Al terminar, quedó un poco sucio y con una herida en una de sus manos.
Cuando apretaba las tuercas de la rueda, ella abrió la ventana y comenzó a conversar con él. Le contó que no era del lugar y que sabía cómo agradecer su preciosa ayuda. RENATO apenas pudo sonreír mientras se levantaba.
Luego, le preguntó cuánto le debía, ya se había imaginado todas las cosas terribles que le hubieran pasado si él no hubiese parado para socorrerla. RENATO no pensaba en dinero, le gustaba ayudar a las personas. Este era su modo de vivir y le respondió: “-Si realmente quiere pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise ayuda dele a esa persona lo que necesite y acuérdese de mí”.
Algunos kilómetros después, la señora se detuvo en un pequeño restaurante, la camarera vino hasta ella con una toalla limpia para que se secase su cabello mojado y le dirigió una dulce sonrisa.
La señora notó que la camarera estaba con unos ocho meses de embarazo, pero su abultado vientre no hizo que ella cambiara su actitud hacia la forastera.
La señora se preguntó cómo alguien que tenía tan poco podía tratar tan bien a un extraño.  Entonces se acordó de RENATO. Después terminó su comida y, mientras la camarera fue a buscar el vuelto, se retiró.
Al volver la joven buscó a la señora, cuando vio sobre la mesa algo escrito en una servilleta sobre la que había cuatro billetes de $100. Le cayeron las lágrimas al leer lo que la mujer le había escrito: “Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy y, de la misma manera, te estoy ayudando. Si, realmente quisieras reembolsarme el dinero, no dejes de ayudar a quien, en algún momento, pueda necesitarlo.
Aquella noche, cuando llegó a su casa, cansada se acostó, su marido se había quedado dormido. Ella, entonces, se quedó pensando en el dinero y en lo que esa señora le había escrito. ¿Cómo pudo ella saber cuánto ellos necesitaban ese dinero estando tan próximo  el nacimiento de su bebé?.  Agradeció a Dios por la bendición recibida y se volvió hacia su preocupado marido que dormía a su lado, le dio un beso suave y le dijo: “Todo estará bien. Te amo RENATO.”

No te contagies de la falta de amabilidad que nos rodea. No dejes de hacer el bien, ayuda a todo el que te necesite.

La vida es así… un espejo…todo lo que das.. .vuelve a ti!

SÉ TÚ TAMBIÉN UN ESPEJO DE AMOR PARA LOS DEMÁS…
Y TENDRÁS UNA SEMANA FELIZ.

Para reflexionar:
Cada día la vida nos presenta situaciones donde una o varias personas necesitan de nosotros…
¿Cómo es tu actitud frente a ellas? ¿Das de lo que tienes, lo que necesitan en ese momento? ¿Das una palabra, una sonrisa, un abrazo, tu tiempo…?
Recordemos lo que la señora escribió en la servilleta y… ¡continuemos con el círculo de amor! Estemos atentos cada día para dar una mano y mejorar en un instante la vida de alguien, tenemos muchísimas oportunidades para ayudar, veamos la unidad en la diversidad.
Recuerda que nunca sabes dónde te encontrarás o de quien podrías recibir ayuda, cuando realmente la necesites. Y en algunos casos: cuando eso pasa, es de las personas menos esperadas.
 Pásalo si te ha gustado. Franja.

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