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jueves, 2 de mayo de 2013

Una llamada a defendernos menos.

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UNA FLOR A MARÍA
Una llamada a defendernos menos
Ron Rolheiser (Trad. Julia Hinojosa) -
 Lunes 29 de Abril del 2013
Hoy en día entre muchos de nosotros, los fieles, existe una creciente tendencia a defendernos a nosotros mismos en lugar de arriesgarnos a ser crucificados por el mundo. Tenemos buena intención al hacerlo. Sin embargo, a pesar de esa buena intención, nuestras acciones son opuestas a las de Jesús. 
El amó al mundo lo suficiente como para dejarse crucificar en lugar de protegerse a sí mismo.

Hoy en día vemos esta tendencia hacia la auto-defensa la vemos en cualquier lugar dentro de nuestra iglesia, aunque no sin razones. En la mayoría de las partes del mundo la iglesia está siendo acosada de alguna manera, ya sea debido que hay una persecución activa o simplemente porque no está siendo respetada, es injustamente percibida y tratada de manera injusta.  La cultura secularizada lleva dentro de sí misma un cierto sesgo anti-cristiano y anti-eclesial, y mucha gente siente que este sesgo es el último prejuicio que sigue siendo intelectualmente válido para nuestra cultura.
Y esto no es simple paranoia. Hay algo en el fondo. La cultura secular tiene sus virtudes, y sin embargo, también es claramente inmadura y narcisista en su relación con la herencia judeo-cristiana.  No muy diferente a un adolescente que sintiendo por primera vez sus propias potencialidades puede ser demasiado crítico e extremadamente injusto con su propia familia.  Los adolescentes son a menudo muy duros con los padres, de la misma manera que la cultura secular suele ser muy dura con su herencia judeo-cristiana.
Ante este hecho, puedo entender por qué tantos líderes y miembros de la iglesia  hoy en día se ponen cada vez más a la defensiva. Sin embargo, si bien entiendo el instinto que hay detrás de esto, no puedo estar de acuerdo con la respuesta, es decir, nuestra tendencia a cerrar filas, cerrar escotillas, y ver la cultura como un enemigo frente al cual tenemos que protegernos a nosotros mismos, y no como el mundo por el que Jesús murió y que estamos llamados a amar y preservar.  ¿Por qué está mal esta tendencia a defendernos, cuando hay razones que justifican esta actitud?
Lo que está mal en nuestra propensión a la auto-defensa, es que es exactamente lo contrario de lo que Jesús hizo.  Esto lo vemos muchos lugares de los Evangelios.  Los discípulos de Jesús estaban siempre tratando de protegerlo de los distintos grupos a los que consideraban indignos de su presencia, y Jesús fue siempre claro en que él no lo necesitaba o no quería ser protegido: "¡Que vengan a mí!" era uno de sus consejos, una de sus llamadas.
Por otra parte, y mucho muy importante, sus discípulos trataban de protegerlo de las personas y las cosas que ellos consideraban como una amenaza para él.  E  intentaron disuadirlo de aceptar su crucifixión y, de hecho, en el momento de su arresto, trataron de protegerlo a través de la resistencia violenta, la espada. Mientras era arrestado, le preguntaron: ¿Debemos usar la fuerza para defendernos? ¿Debemos golpear con la espada? Lamentablemente, no esperaron por su respuesta y Pedro, tratando de protegerlo,  golpeo con la espada, cortando la oreja de uno de los hombres que arrestaba a Jesús.
¿Cuál fue la respuesta de Jesús a este esfuerzo de defensa? Conocemos sus palabras: ¡Nada más y nada menos! Sin embargo no conocemos el tono de esas palabras. ¿Les habló enojado, como una reprimenda fuerte? ¿Fueron pronunciadas con frustración, reconociendo que Pedro, la roca, el futuro Papa, había entendido mal su mensaje?  ¿O bien, les habló en ese tono triste que una madre utiliza cuando les dice a sus hijos que dejen de pelear y la resignación de su voz delata el hecho de que sabe que nunca lo harán? Cualquiera que fuera el tono, el mensaje es claro: Sus primeros discípulos no entendían una de las convicciones centrales de su maestro: Jesús había pasado todo su ministerio curando gente, incluyendo la curación de oídos enfermos para que la gente pudiera escuchar de nuevo; y en su última noche en la tierra, el líder de sus apóstoles corta la oreja de una persona en un intento por defenderle.
La lección está en la ironía: la curación de sordos por parte de Jesús revelaba su deseo de diálogo y Pedro al cortar una oreja revelaba su tendencia a cortar el diálogo. La  persona y el mensaje entero de Jesús habían encarnado y predicado la vulnerabilidad, y la aceptación radical de la crucifixión en vez de auto-defensa, y sus seguidores, en la primera muestra de hostilidad, habían respondido con  violencia y a la defensiva.
Esa lección no se debe perder: Todo lo que sabemos acerca de Jesús nos habla de vulnerabilidad en lugar de auto-protección.  Nació en un pesebre, un comedero, un lugar donde los animales vienen a comer, y termina en una mesa, "carne para la vida del mundo", para ser comido por el mundo, las primeras palabras que salieron de su boca fueron una llamada a conversión, lo contrario de la paranoia, y al final él mismo se entrega a la crucifixión en vez de defenderse legítimamente. Esa fue la respuesta de Jesús a un mundo que  groseramente le mal interpreto y violentamente lo maltrató.  Abrió los brazos haciéndose vulnerable en lugar de cerrar sus puños en defensa propia.
Y así es como, idealmente, debemos responder al mundo cuando no es justo con nosotros.  A diferencia de Pedro, que instintivamente golpeó con la espada sin recordar el mensaje de Jesús, no debemos dejar que una amenaza externa anule lo que era tan importante tanto para la persona como la enseñanza de Jesús,  y no respondamos de manera antitética al Evangelio, hostilidad con hostilidad, inmadurez con inmadurez.
Cuesta vivir así, pero nos hace consecuentes con nuestra fe. ¡Hasta dónde somos capaces de dar la cara por el Señor?
“El que me confiese delante de los hombres…

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