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martes, 29 de marzo de 2016

OCTAVA DE PASCUA, JUEVES VIERNES SÁBADO Una reflexión

Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona

Una buena reflexión sobre la Pascua
PASCUA DE RESURRECCIÓN  OCTAVA DE PASCUA

   JUEVES, VIERNES, SABADO

JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Lecturas:
a.- Hch. 3,11-26: Dios ha resucitado a su Siervo.

Jesús resucitado se aparece a los discípulos.

b.- Lc. 24, 35-48: Jesús resucitado se aparece a los discípulos.

c.- S. Juan de la Cruz: Comentando los versos “El silbo de los aires amorosos” de su Cántico Espiritual escribe: “Este divino silbo que entra por el oído del alma, no solamente es sustancia, como he dicho, entendida, sino también es descubrimiento de verdades de la Divinidad y revelación de secretos suyos ocultos; porque ordinariamente todas las veces que enla Escritura divina se halla alguna comunicación de Dios, que se dice entrar por el oído, se halla ser manifestación de estas verdades desnudas en el entendimiento o revelación de secretos de Dios; las cuales son revelaciones o visiones puramente espirituales, que solamente se dan al alma sin servicio ni ayuda de los sentidos; y así, es muy alto y cierto esto que dicen y comunica Dios por el oído” (CB 14,15).                                            
En Hechos encontramos ahora la explicación del Nombre de Jesús y su poder de Señor, título con el Padre lo exalta, luego de su máxima humillación en la Pasión. El discurso de Pedro provoca la admiración, por el milagro por ellos obrado, pero sobre todo la acción de Dios, su misericordia, y bondad al usar a los discípulos como instrumentos de su gracia. La verdad es que ha aparecido un nombre nuevo, un poder nuevo, capaz de salvar a los hombres, en clara continuidad con la tradición bíblica, donde Dios aparece más que cercano a su pueblo, el Dios del NT es el mismo que habló a Abraham, Isaac, y Jacob, la novedad está en que Jesús era el destino cumplido de todas las profecías antiguas.
Pedro, une el nombre de Jesús y su personalidad, a sus palabras y a sus obras prodigiosas. Hablar de Jesús desde ahora, será hablar de su nombre y poder personal, un poder curativo con que contar, que produce no sólo la salud física sino también la salvación integral del hombre. Los apóstoles de algún modo son intermediarios entre Jesús resucitado y la realidad del hombre concreto.

La Pasión, era el núcleo de la economía de salvación, querida por el Padre, si bien Jesús fue rechazado por los hombres, fue, sin embargo, aprobado y glorificado por Dios. La actitud de Israel debería ser la conversión, puesto todo cuanto sucedió con Jesús estaba previsto por lo profetas. El propio Moisés, lo anunció (Dt. 18,15), ahora es a Israel, el primero, el pueblo de Yahvé, al que se ofrece la gracia del arrepentimiento y la conversión. Es interpelado en el corazón de la religión el pueblo de Israel, en las Escrituras para que reconozcan en Jesús al Mesías, y Pedro lo hace en el propio Templo, lugar de la morada de Yahvé.

Jesús, “jefe que lleva a la vida” (v.15), introduce a los suyos por caminos de vida nueva, porque ha vencido la muerte y posee la vida en su plenitud, Jesús es la vida para el que cree. La fe (v.16), es colocada por Pedro en el centro de su discurso, sin la cual no hubiese sido posible el milagro, ni tampoco poder invocar su Nombre. Es la fe la que provocó el prodigio del lisiado, la salud física y espiritual. No se puede dejar de mencionar la culpa de Israel en todo el misterio de la Pasión, fue por ignorancia, y ahora lo que les queda es el arrepentimiento, la penitencia, conversión que fue también el discurso de Moisés y de los profetas (vv. 22-26). Israel, es la heredera de las promesas hechas a Abraham, para ellos ha resucitado Cristo Jesús, y ha sido constituido en bendición para su pueblo. 
             
La aparición de Jesús provoca el miedo y la incertidumbre; les muestra sus llagas de manos y pies, y para convencerlos definitivamente, les pide algo de comer. Son las pruebas que el Resucitado aporta para que lo identifiquen con el Jesús de Nazaret que ellos conocieron y con quien compartieron decisivas experiencias del Evangelio. Más tarde viene el argumento de la Escritura, como lo hizo con los discípulo de Emaús, que busca  instruirlos para convencerlos que en ÉL se cumple todo lo escrito en la Ley por Moisés, los profetas y los salmos (v.44). Les abre sus inteligencias para comprender las Escrituras y saber que estaba escrito que el Mesías debía padecer, resucitar al tercer día, en su nombre se predicará la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones,  comenzando por Jerusalén. Ellos ahora son testigos de todas estas maravillas (vv. 44-48). 

Es el kerigma, la fuente donde el cristiano  ha de nutrir su vida de fe, apartarse de él, es abandonar la fe o dejar de creer en Jesús resucitado, el que los evangelios y la tradición apostólica nos han entregado en la comunidad eclesial. Así como una de las condiciones para ser un buen discípulo es aprender a escuchar, la misma recomendación hace Juan de la Cruz. Aprender ha escuchar el “silbo amoroso” del Maestro que revela sus secretos, a quien quiere de verdad escuchar su voz, que la Escritura nos comunica hoy y la oración revive en la memoria del alma y del corazón.

VIERNES DE LA OCTAVA DE LA PASCUA

Lecturas:
a.- Hch. 4,1-12: Ningún otro Nombre puede salvar.

b.- Jn. 21,1-14: ¡Es el Señor!

c.- S. Juan de la Cruz: “Descubre tu presencia, / y máteme tu vista y hermosura; / mira que la dolencia/ de amor, que no se cura/ sino con la presencia y la figura” (CB 11).
Los discípulos Pedro y Juan frente al Sanedrín proclaman a Jesús el Nazareno,  muerto y resucitado de entre los muertos. Luego de la sanación del lisiado, que trajo consecuencias positivas, en cuanto muchos empezaron a creer en el testimonio de los apóstoles. Por predicar en el templo, son apresados por los sacerdotes y son interrogados por el Sanedrín: “¿Con qué autoridad o en nombre de quien han realizado eso?” (v. 7). Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dirige la palabra, su tercer discurso. El devolverle la salud al lisiado ha sido en nombre de Jesucristo, a quien ellos mataron crucificándolo, pero que Dios resucitó, ÉL es la piedra angular, que ellos desecharon, pero que se ha convertido en piedra angular. No se ha dado otro nombre bajo el cielo que pueda salvarnos (vv. 9-12). Hay que hacer notar la fuerza expresiva y argumentativa de Pedro, es la acción del Espíritu Santo, que comienza a guiar el caminar de la naciente Iglesia de Jesucristo. 
         
La pesca milagrosa, se realiza por la palabra de Jesús, ante la experiencia de los pescadores, echan las redes y se produce el milagro de coger una buena cantidad de peces, Juan nos da hasta el número, 153 peces y,  la red no se rompió. Si bien al comienzo no lo reconocen,  obedecen al desconocido que está en la playa, y les pide algo para desayunar; echan las redes y cogen una buena redada. Pero en clave de fe, será el desconocido quien les invite a comer pan y pescado una vez llegados a la orilla: “Es el Señor”, dice Juan a Pedro (v.7). Jesús toma el pan y se los da, lo mismo hizo con el pez, es entonces cuando lo reconocen, sus gestos lo delatan. Es el Señor, el título que el Padre le entrega luego de su Pasión y confirma la fe pascual de la comunidad en ÉL.

En este evangelio la misión que les encomienda el resucitado está envuelta en el símbolo de la pesca, la red y los peces que cogieron esa noche por mandato de Jesús. Ellos eran pescadores, de hombres les mandó Jesús (Mt. 4, 19), tarea que hoy continúa la Iglesia, en comunidad, siempre por mandato de Jesús: “echad la red” (v.6). Misión universal, la de reunir a los hombres en la única Iglesia de Jesucristo, en la gran red, sin el mandato de Jesús, las redes quedarán vacías. Es su palabra la que da vida a esta tarea o misión, se cumple aquello de que sin Él, no se puede lograr nada (Jn. 15, 5).

La cena que presidió Jesús, clave eucarística, es el otro elemento de la misión sin el cual se hace infructuosa toda obra en la Iglesia. Al trabajo de la pesca, sin que se rompa la red, que apunta a la unidad de la Iglesia,  en medio de su universalidad, sigue la invitación de Jesús a cenar, pan y pescado compartido. Repite el gesto de darlo a los suyos los dos elementos, pan y pescado, como hizo en la multiplicación de los panes y de los peces (Jn. 6,11), en la última cena (Mt. 26, 26-29) y a los discípulos de Emaús (Lc. 24, 30-32). También hoy, Jesús nos dice echen la red, hagan su trabajo de evangelizar en mi Nombre, cada eucaristía nos recuerda esta misión. 
 
Para el místico Juan de la Cruz, el amor, sólo cura su ansiedad de contemplar a su Maestro y Señor, sólo la cura con su “presencia y figura”, porque desea verse poseída por su Dios. La afirmación de Juan evangelista: “Es el Señor”,  es una clara manifestación de quien se ha dejado poseer por el amor de Dios manifestado en Jesucristo, el Señor resucitado. La Eucaristía es la mejor oportunidad de contemplar a Jesús resucitado y dejarse trasparentar por su amor, dejarse poseer por Dio vivo y real.

SABADO DE LA OCATAVA DE PASCUA
Lecturas:
a.- Hch. 4,13-21: Obediencia a Dios

b.- Mc. 16, 9-15: Id al mundo entero y predicad el evangelio.

c.- S. Juan de la Cruz: Comentando los versos: “Pues ya no eres esquiva” escribe el santo: “La cual, (llama del Espíritu Santo), como también es amorosa y tierna, y tierna y amorosamente embiste en la voluntad, y lo duro se siente cerca de lo tierno, y la sequedad cerca del amor, siente la voluntad su natural dureza y sequedad para con Dios y no siente el amor y ternura; porque dureza y sequedad no pueden comprehender estos contrarios, hasta que, siendo expelidos por ellos, reine en la voluntad amor y ternura de Dios, pues no pueden caber dos contrarios en un sujeto” (LA 1,19).

Pedro y Juan, son amenazados y el  Sanedrín, les prohíben hablar en nombre de Jesús. Reconocen que han obrado un signo en el lisiado, que el pueblo está maravillado con ellos y que se han convertido en un peligro para el templo y la religión. La presencia del lisiado ahora de pie es clave, acompañando a los apóstoles en todo este asunto. Al mandato de no hablar de Jesús, ellos reaccionaron así: “Mas Pedro y Juan le respondieron: Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (vv. 19-20). La valentía y la audacia caracterizan los comienzos de la actividad apostólica, obra de la gracia y colaboración de estos dos intrépidos testigos. La obediencia vivida por ellos es a Jesucristo, el Señor, única autoridad que hay en la Iglesia y en sus autoridades. Principio que ha prevalecido en la Iglesia a lo largo de los siglos, cada vez que la comunidad se ha apartado de ella, las consecuencias han sido nefastas por la falta de coherencia y alejamiento de la voluntad divina. La obediencia a Jesucristo es obediencia de fe, como la que demostró al Padre en su vida, muerte y resurrección.

El evangelio es una síntesis de Marco donde encontramos tres apariciones del resucitado: a la Magdalena, a los discípulos de Emaús y finalmente a los once reunidos a la mesa. Jesús les echa en cara su incredulidad, no haber creído las noticias de su resurrección, les habla de su dureza de corazón.

Las apariciones, son un signo de la resurrección de Jesús, confirman su sepulcro vacío, avalan la fe de los apóstoles y luego de la comunidad eclesial, es decir, la fe que recibimos, aunque es un hecho sólo percibido desde la fe. Estas apariciones son como la cara visible, de un contenido mucho más profundo de lo que pensamos, son la puerta del kerigma o anuncio de la fe. No es una biografía o retahíla de hechos históricos exactos, sino un dato de fe, hay un sustrato histórico de acontecimientos que realmente sucedieron. El dato histórico es que las apariciones del Resucitado, transforman la vida de sus discípulos, es un encuentro con Aquel  que conocieron y murió crucificado, y que ahora vive. Las apariciones son a personas determinadas, como a grupos de sus seguidores.

La diversidad de relatos de la resurrección y apariciones, más que crear confusión, responde a las diversas tradiciones orales que las comunidades recibieron de los apóstoles.  Cada una de ellas guardó aquello que recibió, no se preocuparon con criterio histórico, de organizarlas, sino que simplemente las confirmó; lo que les da mayor autenticidad y riqueza kerigmática. El esquema común a todas ellas es el que sigue: la iniciativa siempre la lleva Jesús, en principio no es reconocido hasta que da signos que los discípulos conocen de su Maestro; más tarde se produce el proceso o camino de fe que termina con el reconocimiento de Jesús resucitado y todo termina con la misión que les encomienda el Señor.

Los apóstoles que escribieron, dejaron huellas, más que personales  su propio itinerario de fe hasta reconocer en Jesús de Nazaret, al Cristo de la fe, más aún al Maestro muerto y ahora resucitado. Sus narraciones acerca de las apariciones son todo un núcleo de fe al que los cristianos de hoy debemos acudir, como fuente de luz y gracia, donde beber el agua de la vida nueva, para ser también depositarios del kerigma.

Si el kerigma primitivo se conservó y ha llegado a nosotros es por obra del Espíritu Santo que embiste como llama de amor al alma del creyente, noticia amorosa de la vida nueva en el Espíritu del resucitado, pero se encuentra con las escorias del pecado y mientras no se purifique el hombre de todo lo que no es Dios, dice el místico (3 S 16,2), no podrá gozar en la voluntad transformada por el fuego de amor divino que invade su existir. Si queremos esta vida nueva, debemos abandonar al hombre viejo, con su existir  caduco, se trata de tener vida de resucitados en la mente y en el corazón.

Fr. Julio González C.  OCD

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OCTAVA DE PASCUA, LUNES MARTES MIÉRCOLES

Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona

Una buena reflexión sobre 

la Pascua
PASCUA DE RESURRECCIÓN

OCTAVA DE PASCUA

LUNES     MARTES     MIERCOLES 
  

LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Lecturas:
a.- Hch. 2,14. 22-32: Dios resucitó a Jesús


b.- Mt. 28, 8-15: Aparición de Cristo a las mujeres

c.- S. Juan de la Cruz: “Y así, estas maravillas nunca Dios las obra, sino cuando meramente son necesarias para creer; que, por eso, porque sus discípulos no careciesen de mérito si tomaran experiencia de su resurrección, antes que se les mostrase, hizo muchas cosas para que sin verle le creyesen; porque a María Magdalena (Mt. 28, 1 8) primero le mostró vacío el sepulcro y después que se lo dijesen los ángeles  porque la fe es por el oído, como dice san Pablo (Rm. 1O, 17)  y oyéndolo, lo creyese primero que lo viese” (3S 31,8).

Estamos en la semana de la Octava de Pascua, semana que la Iglesiacelebra la Resurrección de Cristo, inaugurando los cincuenta días del tiempo pascual antes de Pentecostés. Las apariciones del resucitado son el centro de cada una de las lecturas de estos días; se une a ellas el caminar de la naciente Iglesia de Cristo, con las peripecias que sufrieron los apóstoles por el anuncio del Evangelio.

Los apóstoles anuncian la verdad de la resurrección, verdad que enrostran a los propios judíos que lo colgaron y mataron en una cruz, pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Es el primer Kerigma, el primer anuncio de Pedro, proclamación pública y testimonio personal de Jesucristo resucitado. Se cumplen las palabras de Joel 3,1-5 y el Salmo 16,8-11 acerca de este anuncio (v. 16 y v.25) de salvación y de cómo Dios resucitará a su siervo, sobre todo las palabras: “No me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción” (v. 27); con su resurrección, culmina el proyecto de Dios

El evangelio nos narra dos acontecimientos relacionados con Cristo resucitado. El primero es la aparición del Resucitado con la Magdalena y María la de Santiago en su visita al sepulcro. El ángel les anuncia: “El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. Ya os lo he dicho. Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos” (Mt. 28, 5-8). Cuando regresan para comunicar la noticia, entonces el propio Jesús se les aparece y les dice: “En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ¡Dios os guarde! Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán” (Mt. 28, 9-10).

Un segundo, hecho de este evangelio, se trata de la falsa noticia sobre el sepulcro vacío de Jesús. Los sumos sacerdotes y los ancianos compraron el silencio de los guardias, a quienes les mandaron decir, que el cuerpo de Jesús, lo habían robado los apóstoles, de noche, mientras ellos dormían.

Es al cristiano de a pie, hoy quien tiene la responsabilidad de anunciar a Jesucristo resucitado, como lo hicieron los apóstoles y la Iglesia en todos los siglos de fe cristiana. Será el testimonio personal quien convenza al mundo y a nuestra sociedad que Cristo vive si nosotros como hombres y mujeres llenos de esperanza y valores humanos vividos en la fe de Cristo resucitado. Es la vida nueva del bautizado, que basado en la fe apostólica, hemos de creer, proclamar y testimoniar con nuestra existencia cristiana.

Creer en la resurrección de Cristo significa que ese hombre, esa mujer, pasó de las tinieblas de la muerte y del pecado, al gozo de la vida de resucitado, vida de gracia y de fe renovada. La resurrección de Cristo, como dato fundamental de nuestra fe, inaugura una nueva creación, donde la muerte, el pecado y el demonio no tienen ya la última palabra, ellos fueron vencidos, sino la vida, la gracia de Dios y su amor salvador. La vida verdadera de Cristo resucitado, atraviesa las sombras de la muerte y vence, lo mismo sobre el pecado y el demonio, para todo hombre y mujer que crea en Jesucristo, el Señor, Resucitado. La fe en ÉL es la vía de la salvación ayer, hoy, y siempre.

San Juan de la Cruz, cuando habla de la fe, como único medio para creer,  reflexiona cómo Dios obra la fe en María Magdalena antes de contemplar a Cristo resucitado, la hizo creer en ella, por el anuncio de los ángeles, divinos mensajeros, y no más que por apariciones o visiones. También nosotros debemos creer por la fe que hemos recibido de los apóstoles, sólo así llegaremos a la auténtica unión con Dios. “Dichoso los que no han visto, y han creído” (Jn. 20, 29).



MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA
Lecturas:
a.- Hch. 2, 36-41:Convertíos y bautizaos


b.- Jn. 20,11-18: He visto al Señor y ha dicho esto

c.- S. Juan de la Cruz: “Hace tal obra el amor / después que le conocí, / que, si hay bien o mal en mí, /  todo lo hace de un sabor / y al alma transforma en sí / y así, en su llama sabrosa, / la cual en mí estoy sintiendo,/ aprisa, sin quedar cosa, / todo me voy consumiendo” (Poesía XI “Sin arrimo y con arrimo”).

“¿Qué hemos de hacer, hermanos?  Pedro les contestó: Convertíos” (vv. 37-38). Esta fue la reacción de los judíos al finalizar Pedro, su primera prédica. Conversión y bautismo en nombre de Jesucristo, para el perdón de los pecados, y recibir el  Espíritu Santo, puesto que la promesa de salvación es primeramente para los judíos, luego para todo el que crea.
Ese mismo Jesús que “vosotros habéis crucificado” Dios lo ha constituido Señor y Mesías (v. 36). De la máxima humillación, como fue la Pasión y muerte de Cruz, a la exaltación gloriosa de parte del Padre para con su Hijo, hasta darle el título de Señor. La Pasión siempre será para el cristiano un motivo para, en silencio y estupefacto, contemplar su pecado hecho carne y cruz de dolor en la tragedia del Calvario y de la necesidad de pedir con el corazón contrito, el perdón. El precio de su rescate fue la sangre preciosa de Cristo, pero el pecador encuentra misericordia si arrepentido acude a la reconciliación sacramental o confesión, segundo bautismo para el que cae.

Es precisamente en el sacramento de la reconciliación, conversión, dondela Pasión de Cristo, se hace presente con toda la fuerza de su amor redentor para limpiar y sanar al pecador arrepentido. Es el Espíritu Santo quien con su inspiración llama al pecador a la conversión y actualiza la Pasión de Cristo y su significado en el creyente.

El encuentro de Cristo con  María Magdalena, encuentro del Maestro y la discípula, sólo que en otro plano o estadio. Aquel a quien ella creía era el jardinero, era, en realidad, Jesús resucitado. Escuchar su nombre de los labios de Jesús la hace reaccionar: “María” (v.16), ella que tantas veces había escuchado su voz postrada a sus pies aprendiendo a ser discípulo, lo reconoce: “Rabbuní” (v.16).

Es el amor a Jesús, la que mueve a María a venir al sepulcro a llorar, mas la presencia de Aquél que ama, hace del relato un encuentro vivo y convincente. Postrada ahora a los pies del Señor Jesús, surge la fe verdadera, que la lleva a la adoración personal, íntima, privilegiada quizás, respecto a los otros discípulos. Una verdadera lección de cómo deben adorar los auténticos discípulos del Señor.

El Cristo, que los discípulos deben adorar es el Cristo que asciende a los cielos, la adoración de María Magdalena ocurre antes de la Ascensión, por esto Jesús, le pide que no lo toque, porque todavía no ha subido al Padre (v.17). El sentido profundo de esta escena es poner de relieve la experiencia personal de la Magdalena, que la convence de la resurrección de Jesucristo y que ahora debe convencer a los discípulos: “He  visto al Señor” (v. 18). Por primera vez Jesús llama hermanos a sus discípulos, todo un hito en el evangelio de Juan, partícipes de su filiación divina.

La pecadora convertida, los discípulos convertidos, por la Pasión y el amor redentor de Jesucristo, la fe y el amor signos indiscutibles que estamos en vías de salvación por el perdón recibido y por la fuerza del Espíritu que nos arrastra a un conversión mayor en calidad y nos hace proclamar a Cristo resucitado con la propia vida.  Hace tal obra el amor, enseña Juan dela Cruz, que consume, transforma y une, iguala en dignidad y eleva a la categoría de Quien ama primero y espera el amor del amado, como eco alegre de un silencioso orar que contempla con nueva luz el mismo misterio de salvación. 

MIERCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Lecturas:
a.- Hch. 3, 1-10: Pedro y Juan sanan a un lisiado.


b.- Lc. 24,13-35: Los discípulos de Emaús.

c.- San Juan de la Cruz: “Y a los que iban a Emaús, primero les inflamó el corazón en fe que le viesen, yendo él disimulado con ellos” (3S 31,8).
La curación del paralítico llevada a cabo por Pedro y Juan, es claro signo del poder del resucitado, en su santo Nombre, obran el prodigio, el lisiado pudo caminar. Quizás éste hubiera preferido una suculenta limosna, pero ahora que puede caminar, puede decir que Jesús le cambió la vida, tendrá que trabajar claro, pero será mejor que estar pidiendo limosna a la puerta del Templo. El Nombre de Jesús, evoca su Persona y su autoridad, más aún su poder sanador, con el cual actúan sus apóstoles hablan y obran prodigios, a ÉL debe dirigirse también el enfermo y poner su confianza en que lo sanará.

Ese Jesús taumaturgo, del cual quizás oyó hablar el lisiado, Pedro quiere dejar en claro, que está vivo, conserva el mismo poder que poseía entonces y ha sido constituido en Mesías y Señor, luego de su Pasión y Resurrección por el Padre (Hch. 2, 36). Será, en el segundo discurso de Pedro, donde se explica el significado del Nombre de Jesús y por el cual vino la salud al lisiado (Hch. 3, 11-26).

En el relato de la aparición de Cristo resucitado a los discípulos de Emaús, encontramos toda una catequesis bíblica, eucarística y eclesial. Quizás nos sirva pensar que también nosotros como ellos, pasamos del desencanto de Jesús de Nazaret, hasta cuando comprendemos que debía sufrir la Pasióny Resucitar por nosotros y nuestra salvación. Esperaban tanto de ÉL estos discípulos y resulta que muere en la más absoluta ignominia, iba a resucitar y han pasado días y no ha sucedido nada. Hay que reconocer, eso sí, que sus esperanzas era muy lejanas al proyecto del Padre y del propio Jesús: “Nosotros esperábamos que sería él, quien iba a librar a Israel…” (v. 21). Ha estos dos más que discípulos habría que considerarlos admiradores de un Jesús político o jefe de un nuevo partido en Israel y ellos sus ministros. A su contacto se convertirán en verdaderos discípulos.

Por el testimonio de la  Escritura, Jesús, quiere llevarlos a la fe en su resurrección. El caminante, parece ignorar lo acontecido, ellos a su vez ignoran que es Jesús resucitado.  “El les dijo: ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas. ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria? Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras” (vv. 25-28). El primer hito de la conversión está en leer las Escrituras, en ellas está, la fuente de la esperanza.

Como caía la noche, los discípulos invitan al  caminante a cenar  “y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino  y nos explicaba las Escrituras?” (vv. 28-32). El Resucitado les iluminó las mentes con la Escritura, ahora bendice el pan para ellos, más aún inicia una eucaristía con la bendición del pan. Si bien desaparece, parte el pan, les deja su Presencia,  en  clave de fe pascual y eucarística. 
         
La Presencia de Jesús, hizo arder el corazón de estos discípulos, hasta ahora desencantados, en un nuevo amor al resucitado. “Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con  ellos, que decían: ¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón! Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan”. (vv. 33-35). Comunican su experiencia a la naciente comunidad cristiana, la Iglesia, con Pedro a la cabeza. Comprendieron que si había desaparecido para ellos, Jesús estaba vivo, y lo volverán a encontrar en la comunidad, la de sus discípulos. Estaba ahí, de una manera nueva, vivo, real, para los ojos que lo contemplan desde la fe, que brilla en el corazón del que creen en ÉL. Tres formas de presencia del resucitado: palabra, eucaristía y comunidad, todo una sola realidad nueva: su Iglesia, morada de su singular vida de Resucitado.

Los discípulos de Emaús, nos enseñan a anunciar al resucitado, desde nuestra experiencia personal en la comunidad eclesial y fuera de ella. Siempre será necesario hacer el camino de Emaús, con Cristo, desde las Escrituras, la Eucaristía y la vida eclesial, de lo contrario, no le reconoceremos en el camino, en la escritura que leemos y mucho menos en la Eucaristía a la que asistimos los domingos. Hay que hacer el camino para que ÉL parta el pan, nos explique la Palabra y arda nuestro corazón con calor siempre nuevo de resucitado. 
                   
Que no pase “disimulado” Cristo por nuestras vidas, ni en la sociedad sino que tengamos fe para reconocerle. Esa es la invitación de Juan de la Cruz, para quien sólo la fe es medio para la unión plena con Dios, porque por ella viene a nosotros y por el mismo camino vamos a ÉL.


Fr. Julio González C.  OCD


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domingo, 27 de marzo de 2016

El Reto Del Amor 27 marzo 2016 ¡Ha resucitado!

Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona

Pongo en este Blog EL RETO DEL AMOR,
porque a mi parecer hoy dan en el clavo. 
Y lo hacen con esta frase que les dice en la homilía el P. Pedro: 

"Te pido que sigas llevando en tus manos el bálsamo y los perfumes como María Magdalena. Usa esos bálsamos para curar heridas, para aliviar desencantos, para devolver al esperanza, para dar vida a los demás. Y de vez en cuando abre los frascos de esos bálsamos y deja que se llenen de mi misericordia. Yo tengo ríos enteros de misericordia para todos. Te dejo mis sacramentos para que mi presencia llene tu corazón de gozo y alegría, de ánimo y fuerza, de gracia e ilusión para que sigas amando, sigas luchando, sigas viviendo".

*****
Y yo digo siempre que vida cristiana sin sacramentos es un engaño por ser un camino a ninguna parte. No somos ángeles. Necesitamos de la ayuda de Dios en especial a través del perdón y del alimento. Sacramentos del Perdón y de la Eucaristía. Así se construye la vida cristiana., Así se tiene fuerza para santificarse en la vida de cada día, cada uno donde el Señor le llame. Los medios de santificación son los mismos para todos.
Franja. 


Hoy el Reto del Amor es: ¡ha resucitado!

El Reto Del Amor 27 marzo 2016
Año del Señor 2016

Lerma, 27 de marzo


Hola, buenos días, hoy Pedro (nuestro párroco) 
nos lleva al Señor. Que pases un feliz día. 
    
HE RESUCITADO

Anoche disfrutamos de una Vigilia Pascual preciosa, en la que pudimos sentir muy fuerte al Señor. Cada rito, cada gesto, era un grito de alegría y de triunfo que nos llevaba a Él. Al llegar a la homilía, nuestro párroco sacó un folio totalmente escrito y (algo que nunca ha hecho) dijo que la homilía de esta noche la iba a leer.

-Sí, -nos explicó- es que le he escrito una carta al Señor... ¡y me ha contestado!

Y comenzó a leer las dos cartas. Nos impresionó tanto, que le hemos pedido permiso para compartir algún fragmento de esta original homilía contigo. Respondió encantado, ¡y hasta nos mandó el texto! Así, pues, dejamos que sea él quien hoy nos lleve al Señor.

Querido Pedro:

Claro que crees en tu Resurrección. Cada vez que has resurgido detrás de cada fracaso, cada vez que te has levantado después de cada caída, cada vez que has enarbolado la esperanza después de cada derrota, cada vez que ha renacido el amor detrás de cada desilusión, cada vez que has curado tus heridas después de cada sufrimiento… después de cada una… has resucitado. Detrás de cada una estaba Yo, venciendo a la muerte, al pecado y la desesperanza. Ofreciéndote una mañana, un nuevo comenzar. Son sólo ensayos de la gran Resurrección. Aquel día verás y comprenderás todo.

Mientras te pido tres cosas:

La primera: que sigas corriendo. Corriendo hacia la vida, hacia la luz. No te pares ni te paralices. No tengas miedo. Yo soy la luz que vence la muerte que te asedia e incluso habita dentro de ti. Deja que empuje tu vida mi amor y mi misericordia. No te puedo garantizar que no haya obstáculos, pero sí la seguridad de que para Dios nada hay imposible y es posible vencerlos. Te prometo que tendrás luz, al menos, para saber dar el paso siguiente. Ánimo y a correr.

Te pido que sigas llevando en tus manos el bálsamo y los perfumes como María Magdalena. Usa esos bálsamos para curar heridas, para aliviar desencantos, para devolver al esperanza, para dar vida a los demás. Y de vez en cuando abre los frascos de esos bálsamos y deja que se llenen de mi misericordia. Yo tengo ríos enteros de misericordia para todos. Te dejo mis sacramentos para que mi presencia llene tu corazón de gozo y alegría, de ánimo y fuerza, de gracia e ilusión para que sigas amando, sigas luchando, sigas viviendo.

Te pido que no corras sólo, que lo hagas como aquellas mujeres: con otros. Ya te lo dije: donde dos o más estén reunidos, allí estoy Yo. La muerte nos separa y divide, pero la vida, la resurrección nos une, nos hermana en eso que recitas en el credo: la comunión de los santos. Cada vez que buscas al hermano, compartes con Él la vida y el pan, cada vez que escuchas y dialogas, cada vez que haces tuyas sus preocupaciones y tristezas… resucito Yo como germen de nueva humanidad. Te dejo mi Iglesia, familia, escuela y taller de fraternidad. Pero no hagáis como los primeros discípulos que dejaron puertas y ventanas cerradas por temor a los judíos. No. Abrid las puertas y ventanas para que entre la vida y para que mi Vida salga… allí donde se necesite resurrección. Porque, lo siento, Pedro: ya resucitado no te pertenezco. No soy tuyo, ni de la Iglesia. Más bien, vosotros sois míos. Yo más bien soy para aquellos que me necesitan, que necesitan salir de sus sepulcros, que necesitan luz de esperanza, agua de misericordia, pan de caridad. Los que necesitan el pan de cada día, el pan de resurrección y Vida.

Así que Yo, Cristo Resucitado, te dejo eso: un camino, unos compañeros y una meta. Brújula no te dejo, no la necesitas. Recuerda que yo soy tu norte y te basta. Si llevas la meta en tu corazón será fácil. Te diría que nos volveremos a ver, pero mentiría. Tú ya sabes que puedes verme si cierras los ojos en ti, puedes verme y abrazarme si amas en el hermano (te recuerdo que me disfrazo muchas veces de pobre), puedes verme y tocarme y saborearme si tienes sed y acudes a ellos, a mis sacramentos y mi Palabra. No tengas miedo, esto es un ensayo… para prepararte al gozo inmenso que te espera.

Te he querido, te quiero y te querré siempre,
Jesús.

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De Eva a María: la verdadera dignidad de la mujer (2ª parte)


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